Que dificil es ser Dios - Стругацкие Аркадий и Борис - Страница 43
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— ?Donde esta Budaj? — pregunto secamente a Don Reba.
— Como veis, le debe haber ocurrido una desgracia — respondio Don Reba, aparentando no darle excesiva importancia. Pero Rumata se dio cuenta de que estaba desconcertado.
— ?Dejaos de historias! — rugio. ?Donde esta Budaj?
— ?Ah, Don Rumata! — exclamo Don Reba, agitando la cabeza y recuperando de nuevo su aplomo -. ?Para que quereis a Budaj? ?Es acaso pariente vuestro? ?Nunca lo habiais visto antes!
— ?Oid, Reba! — grito Rumata enfurecido -. ?Estoy hablando en serio! Si le ocurre algo a Budaj, os hare morir como a un perro. Os aplastare. — No tendriais tiempo — se apresuro a decir Don Reba. Pero estaba blanco como la cera.
— Reba, sois un imbecil. Teneis experiencia en tejer intrigas, pero no comprendeis nada. Nunca en la vida os habeis metido en un juego tan peligroso como este. Y lo peor es que ni siquiera os lo imaginais.
Don Reba se encogio tras su mesa. Sus ojos ardian como dos carbones al rojo. Rumata se daba tambien cuenta de que tampoco el habia estado nunca tan cerca de la muerte. Las cartas estaban a punto de volverse boca arriba. Se estaba ventilando quien iba a ser a partir de ahora el dueno de la situacion. Rumata tenso sus nervios, dispuesto a saltar. En el rostro de Don Reba se leia claramente el pensamiento de que no existe flecha ni jabalina que mate instantaneamente. El viejo hemorroideo queria vivir.
— No os altereis — dijo, medio gimiendo -. Estabamos hablando normalmente… Si, si: Budaj esta vivo y sano. No os preocupeis. Espero que me cure incluso a mi.
— ?Donde esta?
— En la Torre de la Alegria.
— Lo necesito.
— Yo tambien, Don Rumata.
— ?Iros al diablo! ?Don Reba, dejemonos de hipocresias! Se que me temeis y… haceis bien en temerme. Budaj me pertenece, ?comprendido?
Ahora los dos estaban de pie. Reba infundia temor. Se habia puesto verde, sus labios temblaban nerviosamente, mascullaba algo, escupiendo saliva junto con las palabras.
— ?Mocoso! — susurro -. ?Yo no le temo a nadie! Y puedo aplastaros como a una sabandija — y diciendo esto se giro y arranco el tapiz colgado a su espalda. Una amplia ventana quedo al descubierto -. ?Mirad!
Rumata se acerco a la ventana. Daba a la plaza que habia ante el palacio. Empezaba a despuntar el alba. El humo de los incendios ensombrecia el horizonte gris. En la plaza habia algunos cadaveres abandonados. Pero en el centro de la misma negreaba un cuadrilatero inmovil. Observandolo mejor, Rumata vio que aquel cuadrilatero era una correctisima formacion de fuerzas de caballeria uniformadas con largas capas negras, capuchas del mismo color que les cubrian hasta los ojos, escudos triangulares en el brazo izquierdo y largas picas en la mano derecha.
— ?Que os parece? — dijo Don Reba con voz entrecortada, y como si todo su cuerpo temblara -. Ahi teneis a los hijos sumisos de Nuestro Senor, a los caballeros de la Orden Sacra. Esta noche han desembarcado en el puerto de Arkanar para aplastar el motin barbaro de los desharrapados nocturnos de Vaga Koleso confabulados con esos tenderos que tan engreidos estaban. El motin ha sido aplastado. La Orden Sacra es duena de la ciudad y de todo el pais. Desde ahora Arkanar es una region de la Orden…
Rumata se froto perplejo la nuca. Aquello si que era una buena sorpresa. De modo que para eso habian estado preparando el terreno aquellos desgraciados tenderos. ?Eso si era una provocacion!
Don Reba reia triunfalmente.
— Aun no me he presentado realmente a vos — dijo, con la misma temblorosa voz de antes -. ?Don Reba, Siervo del Senor, Obispo y Gobernador General de la Orden Sacra en la region de Arkanar!
Era de prever, penso Rumata. Donde impera la gente gris, siempre acaban mandando las fuerzas negras de la reaccion. ?Oh, vosotros, sociologos, que varapalo mereceis! Rumata, con las manos a la espalda, empezo a balancearse sobre las puntas de los pies.
— Estoy cansado — dijo con repugnancia -. Quiero dormir un poco y lavarme con agua caliente para quitarme la sangre y las babas de vuestros matones. Manana… mejor dicho, hoy… una hora despues de la salida del sol, me pasare por vuestra cancilleria. La orden de libertad de Budaj debera estar preparada.
— ?Hay veinte mil como esos! — grito don Reba, senalando con la mano la ventana.
Rumata fruncio el ceno.
— Hablad mas bajo, por favor — dijo -. Y recordad, Don Reba, que se perfectamente que vos no sois obispo ni nada parecido. Os estoy viendo como si fuerais transparente. Y por eso puedo deciros que no sois mas que un traidor despreciable y un mal intrigante… — Don Reba se paso la lengua por los labios al oir esto, y sus ojos se volvieron vidriosos -. Soy implacable — continuo Rumata -. Y respondereis con vuestra cabeza por cada infamia que se cometa contra mi y contra mis amigos. Tened presente cuanto os odio. Sin embargo, estoy dispuesto a soportaros si aprendeis a apartaros a tiempo de mi camino. ?Esta claro?
Don Reba improviso una suplicante sonrisa y se apresuro a decir:
— Yo no deseo mas que una cosa: que esteis conmigo, Don Rumata. Se que no puedo mataros. No se por que, pero no puedo.
— Porque me temeis.
— Es posible. O porque vos seais el diablo o el hijo de Dios. ?Quien sabe? A lo mejor sois un hombre llegado de esos poderosisimos paises ultramarinos que dicen que existen. No quiero ni asomarme a la sima de donde hayais podido salir, porque la cabeza empieza a darme vueltas y temo incurrir en herejia. Pero a pesar de todo podria mataros en cualquier momento: ahora… manana… ?me entendeis?
— No me importa — dijo Rumata.
— Entonces, ?que es lo que os importa?
— No hay nada que me importe. Me gusta divertirme, eso es todo. No soy ni dios ni demonio. No soy mas que el noble Don Rumata de Estoria, un alegre cortesano con muchos caprichos y no menos prejuicios, pero que esta acostumbrado a ser libre en todos los sentidos. ?Recordad bien esto!
Don Reba, recobrando su compostura, se limpio el sudor con el panuelo e inicio una amable sonrisa.
— Me gusta vuestra obstinacion — dijo -. A fin de cuentas, tambien vos aspirais a la implantacion de unos ideales. Respeto estos ideales, aunque no los comprenda. Me siento satisfecho de nuestro cambio de impresiones. Tal vez llegue un dia en que vos me deis a conocer vuestras opiniones, y no esta excluido el que yo me vea obligado a cambiar las mias. Los hombres solemos cometer errores. Puede que yo este equivocado, y que el fin al que aspiro no sea el que mejor merece que se trabaje por el con el celo y el desinteres con que lo estoy haciendo. Soy hombre de amplios horizontes, y esto me permite hacerme a la idea de que es probable que alguna vez trabaje con vos, hombro con hombro.
— Es probable — dijo Rumata, y se dirigio hacia la puerta. Cerdo asqueroso, penso. Lo ultimo que necesito es un colaborador asi. ?Y hombro con hombro!
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