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Que dificil es ser Dios - Стругацкие Аркадий и Борис - Страница 40


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— ?Que pensais vos, hermano Aba? — pregunto Don Reba, inclinandose hacia el gordinflon.

— ?Yo?… Me parece que… — el hermano Aba sonrio indeciso, como si fuera un ninito inocente, y abrio sus cortos brazos -. Me da lo mismo. Pero creo que no debemos colgarlo. Quiza seria mejor quemarlo vivo, ?no creeis Don Reba?

— Si, quiza — dijo Don Reba, pensativo.

— Se cuelga a la chusma, a la gente baja — siguio diciendo el hermano Aba, con su sonrisa angelical -. Debemos seguir ocupandonos de que el pueblo siga respetando las diferencias sociales. Don Rumata es el vastago de una antiquisima casa, un gran espia irukano… Creo que es irukano, ?me equivoco? — cogio un papel de sobre la mesa y lo miro con ojos miopes -. Asi es, si. Y tambien soano. ?Asi que con mayor motivo!

— Bueno, entonces que lo quemen — dijo el padre Tsupik.

— De acuerdo — asintio Don Reba -. Que lo quemen.

— Pero creo que Don Rumata puede aliviar si quiere su suerte — insinuo el hermano Aba -. ?Me comprendeis, Don Reba?

— No del todo.

— ?Y sus riquezas? La casa de los Rumata posee riquezas legendarias. — Teneis razon — dijo Don Reba.

El padre Tsupik bostezo, tapandose discretamente la boca con una mano, y miro los cortinajes lilas que habia a la derecha de la mesa.

— Bien, empecemos entonces a actuar de acuerdo con las normas — continuo Don Reba tras un suspiro.

El padre Tsupik seguia mirando de reojo a los cortinajes. Se veia claramente que estaba esperando algo, y que el interrogatorio no le importaba en absoluto. ?Que comedia es esta?, se pregunto Rumata. ?Que significa todo esto?

— Noble Don Rumata — dijo entonces Don Reba -, para nosotros seria un gran placer escuchar las respuestas que podais dar a algunas de las preguntas que deseamos haceros.

— Antes desatadme las manos — dijo Rumata.

El padre Tsupik se inquieto y comenzo a morderse los labios. El hermano Aba movio desesperadamente la cabeza.

Don Reba miro primero al hermano Aba y luego al padre Tsupik.

— Comprendo que os inquieteis, amigos — dijo -. Pero teniendo en cuenta algunas circunstancias que Don Rumata seguramente debe sospechar… — y al decir aquello recorrio con la vista la serie de claraboyas que habia en el techo -, creo que podemos acceder. ?Desatadle las manos! — ordeno, sin levantar la voz.

Rumata noto como alguien se acercaba a el por detras, y como unos dedos blandos tocaban sus manos y cortaban con facilidad las cuerdas. El hermano Aba saco de debajo de la mesa una enorme ballesta de combate y la coloco ante el, sobre un monton de papeles. Las manos de Rumata colgaron inertes a sus costados. Casi no las sentia.

— Empecemos — dijo Don Reba energicamente -. ?Decidnos vuestro nombre, estirpe y titulos!

— Rumata, de la estirpe de los Rumata de Estoria, caballeros cortesanos desde hace veinticinco generaciones.

Rumata miro a su alrededor, se sento en el sofa y empezo a darse masaje en las manos. El hermano Aba le apunto con la ballesta, resoplando nerviosamente.

— ?Que era vuestro padre?

— Consejero Imperial, y leal servidor y amigo del Emperador.

— ?Vive?

— No. Murio.

— ?Hace mucho?

— Hace once anos. — ?Cuantos anos teneis?

Rumata no tuvo tiempo de responder. Se oyo un ruido tras las cortinas. El hermano Aba miro disgustado hacia alla. El padre Tsupik se levanto y se echo a reir sarcasticamente.

— Esto no es todo, nobles Dones… — comenzo a decir con maliciosa alegria.

En aquel momento, tres hombres, que Rumata no esperaba ver alli, y evidentemente el padre Tsupik tampoco, surgieron de detras de las cortinas. Eran tres frailes enormes, con habitos negros y capuchones echados sobre los ojos. Los tres avanzaron rapidamente y, sin hacer ruido, cogieron al padre Tsupik por los codos.

— ?Eh?… No… — empezo a mascullar el padre Tsupik. Su rostro se volvio blanco como la cera. Indudablemente, lo que esperaba era algo muy distinto.

— ?Que pensais vos, — hermano Aba? — se intereso Don Reba, inclinandose tranquilamente hacia el gordinflon.

— Esta claro — respondio el interpelado -, ?Que duda cabe?

Don Reba hizo un leve movimiento con la mano. Los monjes levantaron del suelo al padre Tsupik y se lo llevaron tan silenciosamente como habian venido. Rumata hizo un gesto de repugnancia. El hermano Aba se froto sus blandas manos y dijo resueltamente:

— Todo ha salido a pedir de boca, ?no os parece, Don Reba?

— Si, no ha estado mal — asintio Don Reba -. Pero sigamos. ?Cuantos anos teneis, Don Rumata?

— Treinta y cinco.

— ?Cuando llegasteis a Arkanar?

— Hace cinco anos.

— ?De donde vinisteis?

— De Estoria, donde vivia en mi casa solariega.

— ?Por que cambiasteis de residencia?

— Las circunstancias me obligaron a ello. Asi que busque una ciudad capaz de competir en esplendor con la capital de la metropoli.

Rumata sintio como finalmente la sangre empezaba a fluir por las venas de sus hinchadas manos, pero siguio dandose masaje.

— ?Que circunstancias fueron esas?

— Tuve un duelo, y mate en el a un miembro de la augusta familia.

— ?Vaya! ?A quien concretamente?

— Al hijo de los duques de Ekin.

— ?Que motivo el duelo?

— Una mujer.

Rumata tenia la impresion de que todas aquellas preguntas no significaban nada, que eran una parodia identica a lo que seria el procedimiento de ejecucion de su condena a muerte. Cada uno de nosotros tres esta esperando algo, penso. Yo espero a que me empiecen a reaccionar las manos. El hermano Aba es estupido y espera a que empiece a caer a sus pies el oro del tesoro patrimonial de la casa de los Rumata. Y Don Reba tambien espera algo. Pero… ?y esos monjes? ?Desde cuando hay monjes en palacio? ?Y ademas diestros y decididos!

— ?Como se llamaba esa mujer?

?Vaya preguntas!, penso Rumata. Es dificil imaginarlas mas estupidas. Bien, procurare animar un poco la cosa.

— Dona Rita.

— No esperaba de vos esa respuesta. Os la agradezco.

— Siempre a vuestras ordenes.

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