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Que dificil es ser Dios - Стругацкие Аркадий и Борис - Страница 23


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Ahora ha capturado a Budaj. Otro disparate, otra salvaje maquinacion. Budaj es un intelectual; a los intelectuales hay que echarlos al palo con pompa y ruido, para que todo el mundo se entere. Pero en esta ocasion no hay ruido ni pompa. Por lo visto necesita a Budaj vivo. ?Para que? Reba no es tan estupido como para creer que Budaj va a trabajar para el. Aunque, ?por que no? A lo mejor Don Reba no es mas que un simple idiota afortunado, que no sabe lo que quiere, pero que fingiendose astuto hace tonterias a la vista de todos. Parece increible: hace tres anos que lo observo, y aun ahora no se que clase de tipo es. Claro que si el me observara a mi tambien se encontraria con lo mismo. ?Todo es posible! Porque la teoria basica concreta unicamente las formas fundamentales de orientacion psicologica hacia el fin, pero en realidad estas formas son tantas como personas hay y, por consiguiente, el poder puede caer en manos de un cualquiera, por ejemplo una de esas personas que se pasan la vida mortificando a sus vecinos, escupiendo en su comida o echandoles vidrio molido en su heno. Claro que un hombre asi sera barrido pronto, pero mientras tanto se hartara de cometer barbaridades y de burlarse de los demas. ?Que le importara a alguien asi el que su huella quede en la historia, o el que las generaciones futuras se rompan la cabeza intentando ajustar su comportamiento a la teoria desarrollada de las consecuencias historicas?

No tengo tiempo de ocuparme ahora de teorias, penso Rumata. Lo unico que se es que el hombre es el portador objetivo de la inteligencia, y que todo lo que impide que el hombre desarrolle su inteligencia es nocivo. Todo lo nocivo ha de ser barrido lo mas pronto posible y del modo que sea. ?Del modo que sea? No, han de existir ciertas reglas. ?O no? Soy un indeciso, se califico a si mismo. Hay que tomar una resolucion. Tarde o temprano, hay que tomar una resolucion.

En aquel momento recordo a Dona Okana. Bien, decide entonces. Empezaremos por esto. Si alguien quiere limpiar un retrete no puede esperar salir con las manos limpias. Rumata sintio que se le revolvia el estomago al pensar en lo que le esperaba. Pero esto es mejor que tener que matar. Entre estar sucio o manchado de sangre prefiero estar sucio. Con estos pensamientos en la cabeza, y andando de puntillas para no despertar a Kira, entro en el gabinete y se cambio de ropa. Cogio la diadema-transmisor, la miro unos momentos, y la metio en el cajon de la mesa. Luego se coloco en el pelo, tras la oreja derecha, una pluma blanca, simbolo del amor apasionado; se puso la espada, y echo sobre sus hombros su mejor capa. Cuando ya estaba abajo, descorriendo los cerrojos de la puerta, penso: «Si Don Reba sabe esto, se acabo Dona Okana». Pero ya era tarde para volverse atras.

IV

En el salon de Dona Okana se hallaban ya todos los invitados, pero ella aun no se habia presentado. Junto a una mesita dorada llena de entremeses bebian, adoptando ridiculas posturas teatrales, unos oficiales de la guardia real tan celebres como espadachines que como mujeriegos. Al lado de la chimenea procuraban reirse unas damitas ya entradas en anos, delgadas, palidas y poco interesantes, que precisamente por eso habian sido elegidas por Dona Okana como confidentes. Estaban sentadas en unos sofas bajos y, ante ellas, galanteaban tres vejestorios de canijas piernas en perpetuo movimiento. Eran los elegantes de los tiempos de la pasada regencia, y los unicos que se acordaban de las ingeniosidades de entonces. Todo el mundo sabia que sin la presencia de aquellos vejestorios ningun salon era realmente un salon. En medio de la sala, de pie y con las piernas abiertas, estaban Don Ripat, uno de los mas valiosos agentes de Rumata. Don Ripat era teniente de una compania Gris de merceros, poseia unos esplendidos bigotes, y carecia en absoluto de principios morales. En aquel momento tenia las manos metidas en el cinto y escuchaba atentamente a Don Tameo. Este le explicaba en terminos muy confusos su nuevo proyecto, encaminado a perjudicar a los plebeyos en beneficio de los mercaderes. Don Tameo miraba de vez en cuando a Don Sera, que andaba de pared en pared, buscando infructuosamente la puerta. En un rincon, mirando desconfiadamente a todos lados, dos notables pintores retratistas terminaban de comerse un asado de cocodrilo con cebolla. No lejos de ellos, en el antepecho de una ventana, estaba sentada una mujer de edad: era la dama de compania que Don Reba le habia asignado a Dona Okana. La pobre mujer miraba fijamente hacia adelante y, de tanto en tanto, daba una cabezada.

Apartados de los demas, un personaje de sangre real y el secretario de la embajada de Soan se entretenian jugando a las cartas. El personaje hacia trampas, y el secretario sonreia condescendientemente. En realidad, era la unica persona del salon que estaba haciendo realmente algo: recogia datos para el proximo informe de la embajada.

Cuando entro Rumata, los oficiales de la guardia se apresuraron a saludarle con entusiasmo. Rumata les dirigio un amistoso gesto y avanzo a saludar a los presentes. Cambio una reverencia con los elegantes vejestorios, dedico unos cumplidos a las delgadas confidentes, que se fijaron inmediatamente en su pluma blanca, dio unos golpecitos en la espalda del personaje de sangre real, y finalmente fue a reunirse con Don Ripat y Don Tameo. Cuando paso junto al antepecho de la ventana, la dama de compania dio una cabezada y eructo una vinosa vaharada.

Al ver que Rumata se acercaba, Don Ripat saco las manos del cinto e hizo sonar sus tacones, y Don Tameo dijo a media voz:

— ?Es posible? ?Me alegro que hayais venido! Habia perdido ya las esperanzas, «al igual que el cisne que, con un ala rota, mira hacia una estrella». Estaba francamente aburrido. De no ser por nuestro amable Don Ripat, me hubiera muerto de tristeza.

Se notaba que Don Tameo se habia despejado un poco antes de la comida, aunque seguia sin poderse contener.

— ?Asi que citando versos de Tsuren el Rebelde? — se sorprendio Rumata.

Don Ripat se envaro inmediatamente, y miro con fiereza a Don Tameo.

— ?Eh? — exclamo este, confuso -. ?De Tsuren? ?Por que de Tsuren? ?Oh, si! Lo hice para ironizar. ?Vos lo sabeis bien, nobles Dones! ?Quien es Tsuren? Un despreciable demagogo desagradecido. Yo intentaba subrayar…

— Que Dona Okana aun no ha llegado, y que todos la anoramos — atajo Rumata.

— Exacto. Eso es precisamente lo que intentaba subrayar.

— ?Y donde esta?

— La esperamos de un momento a otro — dijo Don Ripat, que inclino ligeramente la cabeza en un saludo de despedida y se retiro.

Las confidentes, con sus bocas abiertas en una medida unica, no apartaban los ojos de la pluma blanca. Los elegantes vejestorios reian con afectacion. Por fin, Don Tameo tambien se dio cuenta de la pluma.

— ?Mi querido amigo! — le dijo a Rumata -. ?Por que haceis eso? ?Y si se presentara Don Reba? De acuerdo que hoy no es esperado, pero…

— No hablemos de eso — respondio Rumata, al tiempo que echaba una nerviosa ojeada a su alrededor. Queria acabar cuanto antes.

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