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Que dificil es ser Dios - Стругацкие Аркадий и Борис - Страница 18


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Se levanto penosamente y, gimiendo, se inclino en una ostentosa reverencia. Los demas hicieron lo mismo, pero con cierta indecision, incluso miedo. A Rumata le parecio oir como crujian los obtusos y primitivos cerebros de aquella gente al intentar comprender el sentido de las palabras y las acciones del encorvado viejo.

No obstante, todo estaba claro: aquel bandido queria aprovechar la ocasion que se le presentaba para hacer llegar a Don Reba la noticia de que, en la actual matanza, su ejercito nocturno estaba dispuesto a actuar al lado de los Grises. Pero ahora, cuando llegaba el momento de dar las instrucciones concretas, los nombres y las fechas de las operaciones, la presencia del noble Don empezaba a molestar. Por esto, se le proponia que dijera pronto lo que necesitaba y se largase cuanto antes de alli. El viejo era frio y tenebroso. Pero, ?por que estaba en la ciudad? A Vaga nunca le habian gustado las ciudades.

— Tienes razon, respetable Vaga — dijo Rumata -. Tengo prisa. Sin embargo, soy yo quien debe disculparse, puesto que he venido a molestarte por un asunto sin importancia. — Rumata seguia sentado, mientras todos los demas le escuchaban de pie -. Necesito que me ayudes. Puedes sentarte.

Vaga volvio a hacer una inclinacion y se sento.

— Hace tres dias — prosiguio Rumata -, tenia que haber venido a verme al Soto de las Espadas un viejo amigo, un noble Don de Irukan. Pero no vino. Desaparecio por el camino. Se que paso felizmente la frontera irukana. Dime, ?sabes algo de la suerte que haya podido correr despues?

Vaga tardo en responder. Los bandidos respiraban ruidosamente.

— No, noble Don — dijo finalmente Vaga -. No sabemos nada de este asunto.

Rumata se puso inmediatamente en pie.

— Te agradezco lo que acabas de decirme, respetable — dijo. Dio unos pasos hasta el centro de la habitacion, y deposito en el pupitre una bolsita con diez piezas de oro -. Pero antes de irme querria suplicarte que, si te enteras de algo, me lo hagas saber — se llevo la mano al sombrero -. Adios.

Cuando ya estaba junto a la puerta se detuvo y dijo, por encima del hombro y sin darle excesiva importancia:

— Has dicho algo sobre la gente culta. Se me ha ocurrido una idea. Si el Rey sigue en su empeno, dentro de un mes no habra manera de encontrar en Arkanar ningun letrado decente. Y sin embargo, a mi me van a hacer falta, ya que cuando me cure de la peste negra hice promesa de crear una universidad en la metropoli. Por eso, cuando captures a algun raton de biblioteca, dimelo a mi antes que a Don Reba. Quiza alguno de ellos me interese para mi universidad.

— Eso va a ser caro — advirtio Vaga con voz melosa -. Cuando la mercancia es escasa y va muy solicitada, el precio sube.

— Mas caro es el honor — dijo Rumata orgullosamente, y salio.

III

Seria interesante, pensaba Rumata, cazar a este Vaga y enviarlo a la Tierra. Desde el punto de vista tecnico es facil. Pero, ?que seria de este hombre en la Tierra? Me lo imagino como si, en un salon lleno de luz, con las paredes repletas de espejos y el aire acondicionado con aroma de pinos y de mar, se soltara a una enorme arana peluda. Se aplastaria contra el reluciente suelo y giraria febrilmente sus colericos ojos. Despues, retrocediendo, retrocediendo, iria hasta el rincon mas oscuro y se contraeria, mostrando sus venenosas mandibulas en actitud amenazadora. Vaga, por supuesto, empezaria a buscar gente descontenta. Y, como es natural, incluso el mas cretino de los ofendidos le pareceria una persona demasiado pura e inservible para sus manejos. El pobre viejo acabaria enfermando. Quiza muriera. Aunque, ?quien sabe? El quid de la cuestion esta ahi, en que la psicologia de estos monstruos es un laberinto. ?San Miki bendito! Comprenderla es mas dificil que comprender la psicologia de las civilizaciones no humanas. Todos sus actos pueden ser explicados, pero preverlos es casi imposible. Si, hay muchas probabilidades de que muriera de tristeza. Pero tambien podria ocurrir que, tras mirar a su alrededor, se adaptase al medio, hiciese sus calculos y aceptase, por ejemplo, un puesto de guardabosque en alguna reserva. Es imposible que carezca en absoluto de una pasion inocua, por pequena que sea, que aqui quiza le estorbe, pero que alli podria convertirse en la razon de su vida. Creo que le gustan los gatos. Dicen que en su cueva tiene toda una manada, y que hasta paga a una persona para que cuide de ellos. Y esto a pesar de lo avaro que es y de que le bastaria tan solo una amenaza para conseguir lo mismo. Pero, ?que haria en la Tierra con su insaciable sed de poder?

Dandole vueltas a estos pensamientos, Rumata se detuvo ante una taberna. Fue a entrar, pero de pronto se dio cuenta de que no tenia su bolsa. Se quedo perplejo (no podia acostumbrarse a estas cosas, aunque no era la primera vez que le ocurrian), y durante un buen rato estuvo rebuscando por todos los bolsillos. Llevaba tres bolsitas con diez piezas de oro en cada una: la primera se la dio al procurador Kin, la segunda a Vaga, y la tercera habia desaparecido. Tenia los bolsillos vacios, le habian cortado habilmente toda la botonadura de oro en su pernera izquierda, y del cinto le faltaba el punal.

No lejos de el se detuvo una pareja de Grises, son — riendole y mostrando los dientes. Al miembro del Instituto de Historia Experimental no le importaba en absoluto, pero al noble Don Rumata de Estoria lo enfurecio; perdio los estribos por unos segundos y avanzo hacia ellos, alzando instintivamente su mano apretada en un duro puno. La expresion de su rostro debia ser horrible, pues los milicianos se metieron como flechas en la taberna, con la sonrisa trocada en una paralitica mueca.

Rumata se asusto de si mismo. Se asusto como tan solo se habia asustado otra vez en su vida. Por aquel entonces era piloto suplente de una astronave de linea, y sintio los efectos del primer ataque de malaria. Nadie supo donde la habia cogido, y antes de dos horas ya estaba curado. Pero le quedo un recuerdo indeleble de lo terrible que fue para el, que jamas habia estado enfermo, el sentir que algo habia fallado en su organismo, que empezaba a decaer y que perdia el control individual de su propio cuerpo.

Yo no queria esto, penso. Ni siquiera se me ocurrio pensarlo. ?Que tuvo de particular lo que hicieron? Nada. Se detuvieron, me miraron, se rieron… Lo hicieron de una forma estupida, es cierto, pero yo tambien debia ofrecer un aspecto bastante estupido mientras rebuscaba por mis bolsillos. Los podria haber matado, penso de repente; si no se meten en la taberna, los mato. Hacia poco tiempo que, por una apuesta, habia partido en dos un maniqui vestido con una doble coraza de Soan. Se estremecio. Ahora podian estar tendidos a mis pies, lo mismo que dos cerdos degollados, y yo, con la espada en la mano, no sabria que hacer. ?Soy un buen dios! Me enfureci…

Sintio que le dolian todos los musculos, al igual que si hubiera acabado de realizar un trabajo duro. Tranquilizate, se dijo a si mismo. Afortunadamente, no ha ocurrido nada. Ya paso. Ha sido como una explosion. Un pronto que ya se ha calmado. Soy un hombre pese a todo, y lo animal no me es extrano. Son los nervios. Los nervios y la tension de estos dias. Y, lo que es mas importante, la sensacion que me persigue de esa sombra que se acerca arrastrandose. No se de quien es ni de donde viene, pero se va acercando, se acerca de un modo inminente.

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